Para realizar una
primera aproximación, el shock
asimétrico se define como una
alteración repentina en la economía que causa efectos de sentido contrario en
distintas zonas, normalmente se habla de países. Al acotar este concepto a la
Unión Europea, podemos ejemplificar una supuesta situación para comprender en
mayor medida el trasfondo de este tipo de shocks:
la sociedad europea comienza a comprar con más frecuencia los productos que
ofrece Alemania frente a los que oferta España; por tanto, Alemania incrementa
su demanda, mientras que en España desciende y, consecuentemente, aumenta el
desempleo. Existe un comportamiento diferente de las distintas variables, como
hemos podido observar en el ejemplo, con la demanda y el desempleo. Por esta
razón, sería necesario que la eurozona
se asentase sobre una política fiscal y monetaria comunitaria para que la UE,
conformase una verdadera “unión monetaria
óptima”.
El problema reside
en que la política fiscal no se encuentra centralizada, sino todo lo contrario,
está totalmente descentralizada. Eso conlleva a que en la actualidad, exista
un claro choque entre las políticas fiscales nacionales y las comunitarias.
Sobre todo, la disonancia se encuentra en la moneda común combinada con la no
existencia de una política redistributiva. Esta es la base del desarrollo de
los shocks asimétricos sustentados
por una “unión monetaria no óptima”.
Así, cuando la crisis sobrevino en cada uno de los países miembros de la
Comunidad Europea, afectó de manera diferente a todos ellos, debido a las
diversas estructuras de sus respectivas economías (competitividad y capacidad
frente a una crisis externa), como estos días está ocurriendo con Chipre.
Sin embargo, existen dos impedimentos para paliar estos shocks: El primero es el político, pues un cambio estructural
de tal envergadura limitaría en una magnitud importante al poder de gobiernos
nacionales, situación que a ninguno de los representantes les agradaría
demasiado. El segundo se enmarca en un contexto diferente, es el riesgo moral. Si hay centralización fiscal, una
política redistributiva cubriría parte del daño del país miembro perjudicado
por el shock, lo cual no es malo en
principio, pero puede atraer a efectos perversos. El damnificado puede sentirse
muy cómodo al recibir subvenciones que provienen de un gobierno conjunto,
acostumbrarse a ser ayudado y, en última instancia, no considerar límites a sus
gastos, debido a esa seguridad en su rescate.

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