miércoles, 13 de marzo de 2013

El cielo de las grandes economías


Los paraísos fiscales llevan implícito la escasa o nula tributación como ventaja para las empresas multinacionales, los individuos de alto poder adquisitivo y las entidades bancarias

¿Qué es un paraíso fiscal? Ni el FMI ni la OCDE han sido capaces de establecer una definición conjunta, de ahí que exista una gran cantidad de sinónimos que acompañan a esta palabra: jurisdicción o enclave offshore, jurisdicción o enclave de baja tributación, enclave extraterritorial, oasis fiscal, tax havens (refugios de impuestos), centros extraterritoriales… Aunque, Juan Hernández Vigueras, nos brinda una definición muy completa: “[Son paraísos fiscales] todos los centros financieros que desarrollan una actividad desregulada, descontrolada y ajena a las regulaciones comunes a los demás países con los que se relacionan, por estar destinados de modo especial a las empresas o a los particulares no residentes, actividad incentivada por la escasa o nula tributación[1]

Los paraísos fiscales son conocidos en inglés como “offshore”, porque funcionan como caja de caudales de divisas extranjeras. La cultura popular les atribuye la condición de ilegales, una simplificación que no es cierta en muchos casos. Recurrir a estos países no tiene por qué implicar el cometer un delito, aunque actúen en el filo de la legislación internacional. A pesar de la falta de transparencia de todos ellos, realizar algunas operaciones financieras es legal, siempre que lo conozca el fisco del país “esquivado”. Este matiz marca la diferencia entre la “elusión fiscal” y el delito por evasión. Debido a la opacidad de estos enclaves, no existen datos precisos del movimiento real de dinero por dichos territorios y, de forma oficial, sólo podemos contar con datos parciales y con estimaciones.

El Diccionario de Administración y Finanzas de J.M. Rosenberg define a los Paraísos Fiscales como “Países con leyes fiscales muy favorables para el establecimiento de la residencia legal de personas físicas o jurídicas que quieren pagar menos impuestos[2]. De esta manera, son diversas las ventajas que ofrece un paraíso frente a otro y, por ello, son diferentes tipos de agentes los que se pueden aprovechar fundamentalmente de estos enclaves para disfrutar de una fiscalidad más favorable: bancos, empresas multinacionales e individuos de grandes patrimonios.

Basándonos en casos españoles, en el ámbito de las empresas, es Inditex, el mayor grupo textil del mundo (que tiene 7 filiales radicadas en territorios offshore), quien ha utilizado a Hong Kong para ubicar allí su central de compras, así como las sedes de sus filiales locales de Massimo Dutti, Bershka y Stradivarius. En cuanto a los bancos, Santander es la entidad y la empresa española, que cotiza en el índice IBEX 35, con más sociedades en este tipo de territorios (33). Su presencia se concentra sobre todo en las Islas Caimán (8), Bahamas y Jersey (6 en cada una) y Guernsey (5)[3]. El último agente que se puede beneficiar de estos enclaves son los individuos de grandes patrimonios. La población de alto poder adquisitivo, desde la Revolución Francesa,  ha intentado eludir impuestos, tradición que sigue presente hoy en día. Uno de los ejemplos más polémicos es el famoso caso en el que está involucrado un miembro de la Casa Real, Iñaki Urdangarín. El pasado 5 de diciembre, la Fiscalía Anticorrupción acusó de manera directa, por primera vez, al Duque de Palma de evadir fondos a paraísos fiscales de Belice y el Reino Unido. Los fiscales calculan que el esposo de la Infanta Cristina y su socio, Diego Torres, llegaron a transferir al menos 650.000 euros a Belice y a otros paraísos fiscales vinculados al Reino Unido. Dichas transferencias se efectuaron a través de una “estructura societaria fiduciaria”.

El problema que engloba a estos países son las consecuencias múltiples. Por una parte, el incremento de la inestabilidad y las crisis financieras y, por otra, los conocidos casos de corrupción y blanqueo de dinero procedente de actividades ilícitas, pasando por la agudización de la desigualdad y la pobreza. Según estima la firma de asesoramiento financiero Merrill Lynch, en los paraísos fiscales hay depositados casi seis billones de dólares, lo cual equivale a un tercio de los activos de las fortunas particulares del mundo. Desde la perspectiva de la OCDE, se afirma que de sus Estados miembros llegan a estos territorios “offshore”, 600.000 millones de dólares. Ambas cifras muy elevadas, que el Sector Público necesita fervientemente en forma de financiación.

Sin embargo, la principal consecuencia se encuentra en el aumento de la desigualdad y la pobreza, debido a que estos enclaves presionan a los regímenes fiscales de las regiones desarrolladas y las lleva a competir. Una batalla en la que los países se ven presionados a reducir sus cargas impositivas para evitar en cierta medida la huída de dinero, provocando el  incremento de la desigualdad (por el efecto redistributivo de los impuestos) y deteriorando los servicios públicos. 

Por su parte, Hacienda ha firmado varios acuerdos bilaterales para evitar la doble imposición y prevenir el fraude fiscal, lo que ha sacado de su lista negra a países donde las empresas españolas tenían amplia presencia, como Andorra, Luxemburgo o las Antillas Holandesas. Ahora, sólo falta establecer convenios y reformas en 90 paraísos fiscales más (registrados por la OCDE el 14 de septiembre de 2011)[4], que según muchos expertos y analistas aseguran, son la “bestia negra” del sistema económico.




[1] VIGUERAS HERNÁNDEZ, Juan. Los paraísos fiscales. Ed: Akal. 2005.
[2] ROSENBERG, J.M. Diccionario de administración y finanzas. Ed: Océano/Centrum. 2001.

No hay comentarios:

Publicar un comentario